3
Oct
2015
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Murphy o las cosas empeoran antes de mejorar

Es probable que Murphy descubriera sus leyes en el desayuno cuando se dio cuenta que la tostada siempre caía por el lado de la mantequilla. O yendo al trabajo al comprobar que los semáforos se ponían en rojo cuanta más prisa tenías. Murphy no era un pesimista, un ser gris y amorfo, ¡que va!, era un verdadero pragmático, un artista de la observacion de lo cotidiano.

Horas y horas de meticulosa observación lo llevaron a la conclusión de que cuando no tiene nada que hacer en casa nunca suena el teléfono. Ahora bien, en el momento en el que te deslizas en un merecido y delicioso baño caliente, empieza a sonar. Y es que el mundo de las cosas que nos rodean tiene su propia lógica, su funcionamiento misterioso y sus desafortunadas coincidencias. Las cartas de amor, los contratos de negocios y el dinero que nos deben siempre llegan con tres semanas de retraso. En cambio, la correspondencia inútil llega el mismo día en que se despachó. El coche funciona peor después de una puesta a punto, y la temperatura de la oficina es inversamente proporcional a la cantidad de abrigo que llevamos.

Murphy era un filósofo que miraba a ras de suelo, lejos de aquellos grandes pensadores que se entretenían con la grandeza del espíritu y la metafísica de la razón. En su larga experiencia como humano normal, corriente y mediocre encontró una gran sabiduría. Se metió en el mogollón del quehacer cotidiano y supo ver con nitidez las paradojas de la vida. Para él era evidente que todos los pros tienen sus contras. Que siempre hay más excepciones que reglas, y que dentro de cada problemita hay un gran problema forcejeando para abrirse paso. Por eso, su filosofia básica era que si algo puede ir mal, lo hará porque las cosas tienen una inercia que contradicen nuestra voluntad. Así era de tajante.

Su gran descubrimiento fue que la rutina de la vida no era tal rutina y que la psicología del ser humano no era para nada razonable. El caos de la vida, el ruido humano, las contradiciones persistentes, la hipercomplejidad de nuestra sociedad, nuestras grandes limitaciones, las confusiones constantes y la tupida red de multirrelaciones hacen de nuestra vida un rumrum donde todo es posible. Veámoslo.

Cuando se trata de buscar algo, siempre puedes hallar lo que no buscas. Por eso el modo más rápido de hallar algo es ponerse a buscar otra cosa. Hasta tal punto que lo que se perdió en la primera mudanza, será hallado en la segunda, y así sucesivamente. Así se establecen las leyes de Murphy, su corolarios, sus sentencias. Todo se encuentra en el último lugar donde buscamos.

Murphy señaló cosas que todos sabemos, que la burocracia siempre puede esperar, y que el seguro cubre todo excepto lo que sucede. Así son las cosas. La oportunidad siempre llega en el momento menos oportuno. Murphy es simplemente realista, no nos engaña, es un eremita con batín de casa que ha visto la otra cara de la humanidad, aquello que se cuece entre bambalinas. Puede ser muy criticado por científicos y pensadores pero estos, cada vez saben más y más de menos y menos, hasta tal punto que lo saben todo de… nada. En fin, sólo confía en aquellos que pueden perder tanto como tú si algo funciona mal.

No vivimos en un tiempo lineal y controlable aunque vivamos rodeados de relojes y calendarios. El tiempo es terriblemente caprichoso puesto que siempre se tarda más en llegar que en regresar, y la duración de un minuto depende de que lado de la puerta del lavabo estés. En cambio, si llegas temprano a un encuentro, evento o cita, lo cancelarán. Si llegas puntualmente, tendrás que esperar, y si llegas tarde, llegarás demasiado tarde. Véis, no hay salida, la vida deja muy poco margen para el regocijo. Y no es que la vida sea un complot en contra nuestra es que, en ocasiones la gente tropieza con la verdad, pero casi siempre se repone y reanuda la marcha. Y es verdad, lo decía también Tagore, leemos mal el mundo y luego decimos que nos engaña.

El mundo de la comunicación humana es aún más complejo. Quien grita más tiene la palabra. Sin embargo, todos mienten, pero no importa porque nadie escucha. Ahora bien nadie te está escuchando hasta que cometes un error. Somos así. La pura y sencilla verdad rara vez es pura y nunca es sencilla. El mundo es un escenario, pero la mayoria somos tramoyistas.

Las estrategias para funcionar en sociedad no son nada sencillas. Primero has de procurar parecer arrolladoramente importante y después has de ser visto con gentes importantes. Si no, no sirve de nada. Pero atención, nunca discutas con un tonto. . . la gente quizá no distinga la diferencia. En caso de duda, procura ser convincente. Y si no puedes convencerlos confúndelos. Tal es la estrategia más refinada. Por otro lado, nunca permitas que tus superiores sepan que eres mejor que ellos. Aún así por bien que realices tu tarea, un superior procurará siempre modificar los resultados. No obstante, observa que la persona que puede sonreir cuando las cosas van mal es que ha pensado en alguien a quien culpar. No te preocupes, por ley, el compañero siempre tiene la culpa. Y hagas lo que hagas y sea cual fuera el resultado previsto siempre habrá algun ansioso por: a) interpretarlo mal; b) falsificarlo o por c) creer que se produjo merced a su teoría favorita. No discutas. En ningún sistema la gente hace lo que el sistema dice que hace.

En el amor las cosas son mas ambiguas y alambicadas. La carta de amor que al fin te animastes a enviar se demorará en el correo el tiempo suficiente para hacerte quedar en ridículo personalmente. Si observas bien, la belleza es superficial, pero la fealdad es bien profunda. Y es que la naturaleza siempre toma partido por el defecto oculto. En el amor todo son escollos, ya lo sabemos. Por eso, todo lo que empieza bien termina mal. Todo lo que empieza mal acaba peor. Son leyes matemáticas, irrefutables. En el mejor de los casos, hay amor donde una mujer nunca obtiene lo que espera y un hombre nunca espera lo que obtiene. Pero claro, la persona que más te atrae nunca llega hasta el último día de tus vacaciones.

Siempre vamos contra corriente, somos así de obtusos, lo veía claramente Murphy que de esto sabía mucho. Nada es tan fácil como parece.Y todo demora más de tu que crees. El noventa porciento del trabajo se hace en un diez por ciento del tiempo empleado, el otro diez por ciento necesita nueve veces más de esfuerzo. Ciertamente, el mundo es un conjuro. Las cosas van mal de repente, pero las cosas irán bien gradualmente. Además cualquier intento de simplificar cualquier cosa sólo causa mayor confusión. Es inevitable, toda solución genera nuevos problemas. No sé si la culpa la tendrá la entropía de los científicos pero la mayoría de las cosas no cesan de empeorar.

Puede que Murphy fuera un tío oscuro, que se levantaba con el pie izquierdo y que tenía la habilidad de ser gafe dondequiera que fuera, pero es evidente que tenía un entendimiento muy cercano a la ealidad de las cosas, una mente de bricolage, una experiencia de ir por casa y una paciencia templada de hacer colas y colas. Por eso cuando más esperas en una de ellas es más probab1e que te hayas puesto en una cola equivocada. Sus máximas favoritas eran que si descubres algo bueno, ya lo habrán descubierto otros mucho antes, y que si nadie lo usa por algo será.

Es una filosofía que sirve también para viajar. Cuando empaquetes para las vacaciones, lleva la mitad de ropa y el dob1e de dinero. Pero ¡ojo!, la informacíón más importante de cualquier mapa está en el pliegue, que está rasgado. Ningún problema. Si no te importa donde te encuentras, no estás perdido.

La experiencia es algo que obtienes justo después que la necesitas. Pero no te preocupes, nadie repara en grandes errores. De cara al futuro siempre debemos preferir lo imposible probable que lo posible improbable. Porque el futuro no es lo que era antes. En este sentido, cuanto más lejano es el futuro, mejor apariencia tiene. Aunque lo cierto es que nada es tan temporal como aquello que se considera permanente. Relájate, en el fondo no hay nada nuevo. Esto ocurre desde la noche de los tiempos.

La única sabiduría consiste en saber cuando evitar la perfección. De hecho, la única imperfección de la naturaleza es la raza humana, no las leyes de Murphy que bien agudas son y que procuran un conocimiento profundo del sentido común y del serrín que se acumula en nuestro cerebro. De todas maneras las leyes de Murphy tampoco son fiables, y fallarán si pueden hacerlo, con lo cual te encontrarás en la más auténtica inseguridad e inexperiencia que es en definitiva nuestra más profunda naturaleza interna. Confiar en leyes de un signo u otro sólo lleva a quebraderos de cabeza, a fricciones con la realidad innecesarias, a pelearse con las cosas que no funcionan, a desanimarse con los que no te entienden, a querer que el mundo sea un calco de nuestras más bellas intenciones. Y no es así. Sólo es posible estar despiertos. Pero por si acaso sonrie… mañana será peor. O no!.

Julián Peragón

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