YOGA SÍNTESIS
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MEDITACIÓN SÍNTESIS
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20
Ago
2015
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Intocables

Tal vez el mayor impacto de viajar a la India no sea tanto al llegar, como al volver a casa. La experiencia de conocer ese país-continente nos va abriendo la mente, el corazón y las entrañas a un mundo completamente diferente, hasta el punto de que, al aterrizar en el viaje de vuelta, nos cuesta reconocer nuestra realidad cotidiana. Y uno de esos impactos tiene que ver con lo material: después de haber visto, y difícilmente digerido, imágenes de miseria en las calles de cualquier ciudad de la India, al llegar al aeropuerto de Heathrow o de Barajas y ver en los escaparates todo ese despliegue de lujo y opulencia, nos resulta difícil comprender como mundos tan distintos pueden habitar el mismo mundo. Tal vez en el viaje de ida, esperando nuestro avión, nos habíamos parado a mirar esos mismos escaparates. Pero después de conocer la India, algo ha cambiado en nosotros, una espina clavada en algún punto de nuestra conciencia que nos impide aceptar sin más, como partes necesarias del sistema, la injusticia y la desigualdad. Una injusticia y una desigualdad que no se dan solamente en términos Norte-Sur, sino también dentro de cada país. Y, en este sentido, la India es un caso especialmente grave con un sistema de castas que, pese a estar abolido por la Constitución de 1950, todavía determina las relaciones sociales y familiares entre los miembros de los distintos estratos. Dentro de este sistema, o más bien fuera de él porque ni siquiera son considerados dignos de pertenecer a una casta, están los intocables, nombre que responde a la prohibición de tocarlos, ya que este simple acto humano llevaría la impureza a las personas de las castas superiores (y, si por accidente esto ocurriera, deberían someterse a rigurosos rituales de limpieza y purificación). Ellos prefieren llamarse dálit, los oprimidos. La pervivencia de de este sistema hace que los dálit sigan ejerciendo hoy en día aquellos trabajos que todos los demás rechazan, por un sueldo de miseria que les impide el acceso a unas condiciones de vida dignas.

En Anantapur, la «Ciudad del Infinito», Vicente Ferrer lleva desde 1969, junto a su mujer Anne, trabajando por la dignidad de los dálit. En los años 60, tras ser expulsado de la India por su defensa de los más desfavorecidos, se le permitió volver a condición de que fuera a vivir a algún lugar remoto donde su actividad no generara demasiada repercusión. El lugar elegido fue Anantapur, una zona casi desértica en el sur de la India, donde los intocables sobrevivían gracias a las escasas cosechas que les daba la tierra. Actualmente, cerca de dos millones y medio de personas se benefician de los proyectos desarrollados por la Fundación Vicente Ferrer, a través de hospitales, centros de maternidad, escuelas, centros para discapacitados, talleres de formación profesional para mujeres, viviendas para las familias con menos recursos o infraestructuras para el regadío. Una vida dedicada a los más necesitados, aunque Vicente advierte: «Para ayudar a los demás primero debemos ayudarnos a nosotros mismos. Es necesario ese difícil equilibrio entre el amor por los demás y el amor por uno mismo».

Las fotografías que componen la exposición «La mirada de los intocables» son un homenaje a estos seres humanos que, pese a haber sufrido durante años la injusticia de la exclusión y la humillación de ser considerados impuros por naturaleza, han sabido mantener en la mirada la humildad, el agradecimiento sincero y, en definitiva, el valor de la dignidad. Son miradas que no nos dejan indiferentes. Al acercarnos a ellos, de alguna forma no podemos evitar sentirnos miembros de una casta superior, la del primer mundo rico y desarrollado, impelidos por una cierta obligación moral de ayudar al prójimo. Pero la serenidad que transmiten y, sobre todo, su gran riqueza espiritual, hacen que algo se agite en nuestro interior y, desde ahí, tal vez surjan algunas preguntas: «Y ahora, ¿quién es el rico y quién el pobre? ¿Acaso no necesitamos también nosotros su ayuda?».

Estas imágenes pretender ser un viaje de ida y vuelta. La ida nos acerca a la realidad de los intocables, a sus esperanzas, sus miedos e ilusiones, y a la necesidad de seguir trabajando a su lado para que puedan alcanzar una vida digna. La vuelta es un viaje a nuestro interior, a las necesidades del alma y a las materiales, a cuestionarnos qué es para nosotros la riqueza y hasta cuándo queremos seguir mirando hacia otro lado ante la injusticia y la desigualdad.

Contemplar una imagen, volver la mirada hacia nuestro interior… y observar.

CARLOS MATEO RIPOLL

carlos.mateo@ua.es

19
Ago
2015
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El método de oración hesicasta

Según la enseñanza del padre Serafín del Monte Athos

Cuando X., joven filósofo francés, llegó al Monte Athos, había leído ya un cierto número de libros sobre la espiritualidad ortodoxa, particularmente la pequeña filocalia de la oración del corazón en los relatos del peregrino ruso. Estaba seducido sin estar verdaderamente convencido. Una liturgia vivida en su ciudad le había inspirado el deseo de pasar algunos días en el Monte Athos, con ocasión de sus vacaciones en Grecia, para saber un poco más sobre el método de la oración de los hesicastas, esos silenciosos a la búsqueda de “hesychia”, es decir, la paz interior.

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17
Ago
2015
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Meditar como una estrella

Orientación (estrella)

Todo buen navegante teme adentrarse en alta mar. Su experiencia le ha hecho consciente de la fragilidad del pequeño cascarón del barco ante la inmensidad de las aguas que lo soportan. El mar, como la vida, a veces es calmo pero otras se enfurece, nos sacude con olas gigantescas o nos estrella contra arrecifes camuflados. Y, sin embargo, el navegante ama profundamente el mar.

Mientras se eleva el sol, el rumbo del barco sigue la estela de los reflejos marinos hacia un punto trazado del horizonte, pero cuando cae la noche, los antiguos marineros perdían las referencias inmediatas y sólo les quedaba la posibilidad de elevar la cabeza y observar las estrellas. Silenciosamente, las estrellas siguen su camino, pero ese peregrinaje no es caótico, como podría parecerle a la persona mundana que no encuentra el tiempo, dentro de su apretada agenda, para pararse y mirar el cielo estrellado. La bóveda celeste gira en torno de la estrella polar, alineada con el eje del mundo. Si el navegante experto puede atravesar los mares nocturnos es porque allá arriba reina un orden preciso, roto momentáneamente por la estela de una estrella fugaz, que nos abre al asombro de que la esfera celestial de terciopelo negro está viva.

La estrella, cuya luz ha viajado miles o millones de años, trae consigo una invitación a seguirla. Más allá del horizonte mental está la infinidad de lo que somos: constelaciones que nuestra más fina sabiduría hila en una filosofía de vida. Ahora bien, entre todas esas estrellas de nuestro firmamento interno, entre la multiplicidad, hay una que en este preciso momento coincide con nuestra coronilla. Para los antiguos, las estrellas eran difuntos que nos observaban o ángeles que nos custodiaban; para nosotros, son arquetipos que buscan encarnarse, cualidades del alma que van desde el amor hasta la verdad, desde la libertad hasta la fe, luminarias que nos sirven en la vida para no perder el norte, para luchar a menudo a brazo partido contra la mentira del mundo, la indiferencia ante el sufrimiento, la esclavitud de nuestras necesidades o la confusión de nuestras creencias. Así, los cielos nos hacen de espejo para recordarnos lo esencial, y de brújula para no perdernos en la búsqueda.

Meditación Síntesis. Julián Peragón. Editorial Acanto

15
Ago
2015
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En el centro del laberinto

Cuando logramos entrar en un laberinto estamos pisando una imagen de la totalidad, construida con el cuadrado de la tierra y con el círculo del cielo. Cada día vemos como el sol se alza en los cielos tocando las cuatro esquinas de la tierra. Al pisar el laberinto con nuestros pies descalzos y nuestra cabeza descubierta estamos completando esa totalidad, el ser humano es el mediador entre el cielo y la tierra, entre el espíritu y el cuerpo. Será por tanto nuestro empeño y nuestra lucidez la que reintegre de nuevo la ilusoria separación.
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14
Ago
2015
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El papel de las religiones en el mundo globalizado actual

En primer lugar, me gustaría citar el mensaje de Buda procedente del conocido texto Budista Dhammapada:

Muchos hombres por su temor,
Buscan refugio,
En colinas, bosques,
Árboles sagrados y templos.

Tal refugio no es seguro,
Tal refugio no es supremo.
Aunque uno fuera a semejante refugio,
No se hallaría libre de sufrimiento.
Aquél que se refugia en la Naturaleza del Despertar,
En la Luz de la Consciencia, y en la Armoniosa Comunidad del Planeta,
Ve con profunda sabiduría las cuatro nobles verdades:
El sufrimiento,
La Causa del Sufrimiento,
El cese del sufrimiento,
Y el noble Camino que lleva al cese de todo sufrimiento.

Éste sí es un refugio seguro ,
Éste sí es un refugio supremo ,
Y si uno fuera a semejante refugio
Se liberaría de todo sufrimiento.
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12
Ago
2015
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Amar a un ser humano

Amar a un ser humano es aceptar la oportunidad de conocerlo verdaderamente y disfrutar de la aventura de explorar y descubrir lo que guarda más allá de sus máscaras y sus defensas; contemplar con ternura sus más profundos sentimientos, sus temores, sus carencias, sus esperanzas y alegrías, su dolor y sus anhelos; es comprender que detrás de su careta y su coraza, se encuentra un corazón sensible y solitario, hambriento de una mano amiga, sediento de una sonrisa sincera en la que pueda sentirse en casa; es reconocer, con respetuosa compasión, que la desarmonía y el caos en los que a veces vive son el producto de su ignorancia y su inconsciencia, y darte cuenta de que si genera desdichas es porque aún no ha aprendido a sembrar alegrías, y en ocasiones se siente tan vacío y carente de sentido, que no puede confiar ni en si mismo; es descubrir y honrar, por encima de cualquier apariencia, su verdadera identidad, y apreciar honestamente su infinita grandeza como una expresión única e irrepetible de la Vida.

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11
Ago
2015
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Cuento: La suerte del granjero

Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus paisanos lo consideraban afortunado porque tenía un caballo que utilizaba para labrar y transportar la cosecha. Pero un día el caballo se escapó. La noticia corrió pronto por el pueblo, de manera que al llegar la noche los vecinos fueron a consolarle por aquella grave pérdida.

Todos le decían: “¡Qué mala suerte has tenido!”.

La respuesta del granjero fue un sencillo: “ Puede ser ”.

Pocos días después el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas. Enterados los aldeanos, acudieron de nuevo, esta vez a darle la enhorabuena y comentarle su buena suerte, a lo que él volvió a contestar: “ Puede ser “.

Al día siguiente, el hijo del granjero trató de domar a una de las yeguas, pero ésta lo arrojó al suelo y el joven se rompió una pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte. Pero el padre respondió otra vez: “ Puede ser “.

Una semana más tarde aparecieron en el pueblo los soldados de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Al atardecer, los aldeanos que habían despedido a sus hijos se reunieron en la taberna y comentaron la buena estrella del granjero, mas éste, como podemos imaginar, contestó nuevamente: “ Puede ser “.

Cuento taoísta

11
Ago
2015
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El sentido del Yoga

Antes de iniciar un largo viaje, vale la pena pararse para revisar el mapa y comprobar que la brújula efectivamente marca el norte del territorio. Un pequeño error de grado al inicio puede ser catastrófico a medio o largo plazo. En este sentido, adoptar una práctica de Yoga sin saber qué es lo que podemos desplegar, y qué no, puede llevarnos a una cierta incoherencia o a un elevado desorden de vida. No en vano, la tradición más profunda del Yoga, antes de proponer ninguna técnica, habla del sentido del Yoga, de los objetivos deseables, de las bases de una práctica sólida y de los obstáculos que nos podemos encontrar en el camino. Nos alecciona acerca de lo que es el Yoga y de lo que podemos esperar por si decidimos no emprender ningún camino. La elección de un camino debería implicar metafóricamente cerebro, corazón y entrañas. Dicho con otras palabras, en el caso que nos sintamos impelidos a recorrer este camino necesitamos una brújula en el Yoga para estar bien orientados y no perdernos aunque los caminos serpenteen por territorios, en principio, desconcertantes. La aguja magnetizada nos asegurará llegar a buen puerto. Veamos pues adonde puede apuntar la aguja de la brújula del Yoga y cuál es su más profundo sentido.

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