25
Dic
2015
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El Yoga es una ciencia espiritual I

«¡Oh, Aryuna!, el mejor yogui es aquel que considera el placer y el dolor de todos los seres como si fueran suyos».
Srimad Bhagavad-Guita (VI-32)

«Fija tu mente solamente en Mí, coloca tu intelecto en Mí, y sin duda vivirás en Mí;».
Srimad Bhagavad-Guita (XII-8)

Om Namah Shivaya

En estos tiempos, en términos generales, el yoga se reduce popularmente a la práctica de ejercicios físicos, tal vez porque en la cultura occidental es más sencillo vincularse primero con lo externo y visible. Y en el yoga lo más visible son las posturas; en sánscrito, asana. Pero las posturas son solo un aspecto ínfimo dentro de la profundidad de la ciencia del yoga. Imaginemos la costa de Cataluña en relación con el océano, con todos los océanos del planeta; pensemos en lo pequeña que puede ser en comparación. Algo así es la proporción entre el asana y la inmensidad del yoga.

Yoga significa unión, la unión con la Conciencia Suprema. El propósito último del yoga es, entonces la Autorrealización Suprema del Ser. Para alcanzarlo, los Yoga Sutras de Patanjali definen el método: “Yoga es el aquietamiento absoluto de toda fluctuación mental”. Si eso que llamamos realización personal se refiere al desarrollo de la personalidad, los logros profesionales y de otras metas externas, la Autorrealización Suprema es el auto-reconocimiento del yo en unión con el Todo o, en otras palabras, con aquello que se define como Dios. Una Única Unidad.

Aunque fuéramos por primera vez a una clase con la simple intención de estirarnos, eventualmente, con la repetición de los mismos ejercicios físicos, podemos comenzar a dejar atrás las preocupaciones (y otras fluctuaciones mentales), porque la mera atención en la alineación de la postura comienza a inducir a la actividad mental a centrarse más en el presente, permitiendo que los niveles supra-mentales, aquellos que siguen a la mente, se empiecen a revelar y purificar. Ahí es cuando empezamos a adentrarnos en el proceso de llevar la actividad mental a otra dimensión. Cuando la mente está más calmada y vamos aprendiendo a develar qué se oculta tras sus fluctuaciones, comenzamos a conectar con el estudio de la Conciencia, que es lo que le subyace. Cuando la mente está en absoluta quietud, podemos, por lo tanto, empezar a entender la esencia del Ser. El Ser que siempre continúa, libre de todo efecto temporal-espacial, libre de todo sufrimiento físico-emocional-mental.

Esa es la dimensión última que estudia el yoga, aquello que acontece más allá de la mente, aquello que define la realidad más profunda. En ese proceso de autoconocimiento integral, tarde o temprano, se llega a las preguntas: ¿De dónde viene el Ser?, ¿de dónde viene el Todo?, ¿cuál es la Fuente Suprema?, ¿qué es aquello a lo que se llama Dios?

En la práctica integral del yoga, tarde o temprano, se llega, entonces, a la dimensión espiritual.

Tarde o temprano, todos llegamos a lo mismo porque todos venimos de lo mismo.

Y allí Somos Uno y Todo.
El yoga es una ciencia, una disciplina, un sistema que estudia la esencia de la realidad y del Ser: la esencia del espíritu. El yoga es tal vez la única ciencia espiritual. No es una religión, y por eso tratamos de usar conceptos que no sean discordantes con la perspectiva de cada uno. Por eso preferimos hablar de Conciencia Suprema o lo Supremo, en vez de Dios, aunque sea lo mismo. No importa el credo religioso, si acaso el practicante lo tiene: el yoga proporciona técnicas y herramientas diarias para entrar en un espacio más profundo y elevado del Ser y de su relación con la Fuente Suprema.

Aparentemente el yoga ha estado más relacionado con la India, el hinduismo y el budismo. El hinduismo ha tomado mucho de la filosofía del yoga. También el budismo; sus más serios practicantes, y, por lo general, sus más elevadas autoridades, son así mismo grandes yoguis. Lo cual no quiere decir que uno tiene que ser budista o hinduista para practicar el yoga. Cualquier persona, independientemente de su credo o su no credo, puede alcanzar la Autorrealización Suprema, e incluso llegar a ser yogui, a partir de la práctica integral del yoga.

Así mismo, cualquier practicante que persevera en la práctica integral, puede alcanzar el estadio más alto del Ashtanga – los ocho miembros de la disciplina del yoga -, que es la iluminación. La iluminación es un estado de gran claridad que nos permite un entendimiento de la realidad mucho más trascendente que lo que nos muestra la mente. Un entendimiento divino de la realidad. En esos estados comenzamos a entender todo desde la Conciencia Suprema. Algo así como en una fusión entre la Conciencia Suprema y el objeto, al que ya no se percibe desde el sujeto (el yo), sino desde la unificación absoluta con el objeto mismo. Si, por ejemplo, se desea saber qué es el fuego, no hay manera más elevada de hacerlo que fusionarse con el fuego, “volverse el fuego”. Si se llegase a ser fuego, ya no habría necesidad de saber lo que es el fuego. Es hacia esa dimensión a donde guía la práctica integral del yoga, hacia la realización, más que hacia el mero entendimiento.

Todo es proyección de la propia mente y de eso nos vamos haciendo más conscientes a través de la práctica del yoga. El aquietamiento de la actividad mental conduce a la purificación mental, y cuando alcanzamos tal estado, los juicios se diluyen. Sin juicios, va desapareciendo también la necesidad de definir las cosas para entenderlas siempre en el plano intelectual. La iluminación es un estado de tal pureza mental que nos permite dejar de ser lo que juzgamos, para comenzar a simplemente Ser. En este ámbito de la Autorrealización del Ser todo se va revelando, se abre una perspectiva mucho más grande de las cosas. Ya no se trata de entender al otro, sino de Ser Uno con el Otro, porque también ellos, en el fondo, son uno mismo. El entendimiento bajo esta perspectiva de la Autorrealización en el Otro es lo que en yoga llamamos la práctica de la Compasión.

Controlando la mente a través de la constante práctica de la Compasión, nos establecemos en un estado de autorrealización permanente. Tenemos una perspectiva de la realidad más integral, libre de todo juicio, conflicto, contradicción, separatismo, discriminación: libre de esas poderosas causas del sufrimiento personal y mundial.

La autorrealización suprema del Ser, como propósito ultimo del yoga, guía así a la liberación. A la liberación del sufrimiento. Generalmente es en la dolencia física donde primero se reconoce el sufrimiento. Pero la dolencia física no es nunca su raíz, sino más bien su fruto más tangible. Los profesores de yoga deben tener siempre presente que su función es ayudar a que las personas se liberen integralmente y no reducir su función al ajuste de la estructura anatómica de los estudiantes. Es la asistencia en el proceso de autorrealización de cada practicante lo que realmente puede marcar una transformación hacia la auto-liberación.

Un profesor de yoga tiene la altísima responsabilidad de, además de ayudar a los estudiantes a reajustar sus hábitos, equilibrar los desbalances físicos y sanar el cuerpo, conducirlos hacia la totalidad del yoga. No debe entender el yoga el instructor como algo disgregado, sino ser consciente de sus otros aspectos y sobre todo los que tienen que ver directamente con el Ser (Atma). Detrás de un problema físico o una dolencia, siempre hay desequilibrios más profundos que tienen relación directa con las emociones y las aflicciones mentales, pero cuya causa fundamental reside en la lógica del karma: la ley de la acción–reacción. Las acciones pasadas definen y construyen los patrones de la mente y, en consecuencia, el estado de toda existencia en el presente. De muy poco sirve que un profesor instruya una postura determinada a un estudiante si no logra completar ese proceso con los demás niveles y miembros de la práctica integral del yoga; solo así logra abarcar la complejidad de la vida misma del Ser, por naturaleza siempre integral.

Esta conciencia siempre integral de la ciencia del yoga es la que un profesor de yoga ha de mantener cada vez que guía una práctica. Es yoga lo que se debe practicar, no solo asana. El asana, la postura, es un vehículo preliminar que apoya el proceso de autorrealización suprema en los seres, pero si el instructor pierde la visión integral y se preocupa exclusivamente por la estructura corporal, la clase se convierte solo en una secuencia de estiramientos y en una exposición de términos anatómicos, lo cual impedirá que el instructor pueda ejercer la importante función de asistir al estudiante en su proceso único de liberación de todo sufrimiento

El asana es solo la puerta de entrada al espíritu. Pero lo que importa, en definitiva, es el espíritu en sí mismo, que es la esencia del Ser. El Ser Es, mucho antes de llegar a un cuerpo, y así continúa Siendo aún después de dejar esa temporal morada. Solo en el Ser eterno logramos la liberación absoluta. Así que cuando entramos en ese estado de realización de la plenitud interna, nada, ni siquiera la muerte, nos puede arrebatar tal plenitud. Si perdemos el temor a la muerte, ya no tenemos temor a nada, porque todo lo demás, aparte del Ser, es transitorio. Encontramos la luz de emergencia, como la llama mi gurú Sri Dharma Mittra: cuando se van todas las otras luces externas, encendemos la propia y ya no dependemos ni de nada ni de nadie. Uno Es la propia Luz.

¿Qué sigue cuando encontramos esa Luz? Pues ayudar a otros a que encuentren la suya.

Treinta años atrás no existían cursos de formación de profesores de yoga. Simplemente quienes se dedicaban a la práctica devota de esta disciplina tarde o temprano terminaban enseñando. Enseñar es el siguiente nivel de la práctica. Cuando transmitimos la tradición del yoga, accedemos a una dimensión antes desconocida. Recibimos: solo en el acto de dar, recibimos. Cuando empezamos a compartir la práctica, entendemos más profundamente la alineación, el pranayama, etcétera. Entendemos en cada técnica otro paso más profundo del mismo conocimiento al que antes no teníamos acceso como meros practicantes.

El propósito del yoga es la Autorrealización Suprema del Ser, el Yoga es tal Unión del Ser con la Fuente primordial, y esa unión ofrece un estado de plenitud autónoma que nada ni nadie puede quebrantar; tal Realización Suprema la clave para alcanzar la Liberación Absoluta frente a cualquier sufrimiento, interno o externo. En un mundo tan dependiente de las fuentes artificiales de confort y diversión, la práctica de tan efectivo método ancestral hacia la libertad y la felicidad naturalmente autogeneradas son cruciales. Y la guía de esta práctica como profesores es una misión que no debe ser reducida al ámbito físico-lógico.

Es tiempo de práctica integral y de enseñanza generosa consciente.

Andrei Ram

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