11
May
2016
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Las dos miradas del profesor de Yoga

En la observación postural en el ámbito del yoga, un profesor tiene que entrenarse conscientemente en una doble mirada: una que es más analítica, donde se observan los pequeños detalles anatómicos y posturales y otra más analógica donde se observan la cualidad energética, cómo se realiza la práctica, la armonía de los movimientos, …

Antes de una corrección o una indicación al alumno, el profesor tiene que tener más o menos claro: ¿cómo lo haría yo, cual sería la manera en que yo lo realizaría? bien sea una postura u otra técnica. Por que de esta pregunta sale la respuesta empática y respetuosa hacia el alumno en cuanto a las indicaciones para hacerle tomar conciencia de las tensiones o desviaciones. En este sentido el comentario no se convierte en una corrección desde fuera, sino en una facilitación para que sea el propio alumno que encuentre su forma de llegar a la auto-corrección.

Si yo digo que esa postura no es correcta o armónica es que sé cuál es la postura correcta desde el punto de vista postural-anatómico. Es más, entiendo e intuyo las razones por las que lo hace de esa manera. Y así me convierto en un facilitador. Para ello tengo que partir de un conocimiento previo del alumno. Es decir que conocer lo básico sobre su actividad laboral, si ha tenido traumatismos, o si práctica algún tipo de deporte es importante, sin este conocimiento nuestras conclusiones sobre lo que observamos carecen de fundamentos.

Hay una forma de moverse y una actitud detrás de cada movimiento. Hay una forma de relacionarse con el cuerpo. Todo eso está implícito en la forma en que cada alumno realiza las prácticas de yoga. Y digo implícito porque yo considero que uno se mueve según cómo piensa, según la imagen corporal que tiene y según los hábitos, y de todo esto sale “lo que le mueve y desde dónde se mueve.” Observamos lo postural como la manifestación de la música que uno evoca en ese momento y como la música de su historia personal.

Hay que tener una mirada analítica y periférica. Una mirada que ve la globalidad, que se deja impregnar y una mirada que analiza desde el punto de vista más postural, más anatómico, más mecánico. Porque si sólo está el análisis no entiendo la música, pero si solo escucho la música me pierdo los pequeños detalles que muchas veces son la clave.

Hay que jugar con esas dos miradas, dejarse sentir, pero que sea un sentir que tenga conciencia, para que surja una mirada interior e unitaria, que engloba las dos.

Víctor Morera

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