Actitudes en la meditación
Dicen que la felicidad no es llegar a una meta determinada, sí acaso, la podemos encontrar en la forma de viajar. Es posible que sea tan importante el camino como la meta, y hablando de meditación, tan importante la actitud como la técnica. Hablaremos más adelante de los pasos a dar en la meditación, de las técnicas de concentración, de la postura y de la respiración, hablaremos en detalle de todo ello, pero hay algo previo que a menudo olvidamos, la actitud en la meditación, la forma de encararla, de sentirla, de vivirla, de ser uno con ella.
El novato piensa cuando quiere hacer, por ejemplo, la postura del triángulo en yoga que lo importante es llegar al movimiento final; con la experiencia nos damos cuenta que la postura empieza mucho antes, con una escucha, con una visualización, con un abordaje preciso y delicado, progresivo y respetuoso. Todo un viaje que no podemos hacer a trompicones ni de forma acelerada.
Por ilustrarlo de otra manera, es importante el tipo de alimento que comemos pero no menos la actitud con la que comemos. Por muy bueno que sea el alimento que comamos, si lo hacemos de forma ansiosa, con poco tiempo, sin masticar suficientemente y en un entorno agresivo, lo más probable es que no nos sentara bien. Es posible que la actitud sea lo primero y lo último, algo que depende de nuestra sabiduría, la que al final se ha integrado en nuestro ser.
Decíamos que la meditación era desnudez, desnudez del ser. Y en esa desnudez nos sobra casi todo, por no decir todo. Todas las intenciones, todas las imposturas, todos los deseos, toda la memoria, el carácter y hasta el cúmulo de experiencias, sobran. Especialmente queremos rescatar aquí abajo lo que hemos de dejar caer, la ropa psicológica que nos hemos de quitar para encontrar de nuevo aquélla desnudez necesaria para que la vida profunda emerja a borbotones.
Meditar sin miedo será necesario para que aparezca nuestra confianza; meditar sin esforzarse, para conectar con nuestra relajación; meditar sin juicio para poder observar nítidamente la realidad; meditar sin frustración para dejar que surja nuestra paciencia; meditar sin el bagaje de nuestra experiencia para que se abra camino la curiosidad; meditar sin expectativas para lograr la satisfacción del momento presente y meditar sin apego para sentir la libertad. Y aunque sea cierto que una pasión del carácter esconda una virtud del alma, amordazada o maniatada, lo cierto es que conviene recordar en primera instancia aquello que hemos de soltar.
Meditación Síntesis. Julián Peragón. Editorial Acanto