27
Sep
2016
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La doma del toro: IV Apresar al toro

La Doma del Toro (buey o búfalo). Las diez etapas del despertar
Lo apreso con feroz lucha.

Su gran poder y voluntad son inagotables.

Desde la colina embiste a la inalcanzable nube lejana,

O permanece en un barranco impenetrable.

 

Comentario:

!Permaneció mucho tiempo en el bosque, pero hoy lo he apresado!

La bravura de la lucha interrumpe su camino.

El toro ya esta lejos de su anhelado pasto verde.

Su mente todavía es terca y sin freno.

Mi deseo de someterle me obliga a alzar el látigo.

La mente es tan salvaje y sibilina que no se deja atrapar. “Hay que apresarla con feroz lucha”, en realidad es una lucha a muerte por eso la tradición habla a menudo de la guerra santa contra el ego.

Pero si uno no persevera fácilmente el toro se escapa, si uno se distrae con las tentaciones del mundo el toro vuelve a sus pastos frescos. No es una batalla la que hay que ganar es algo mayor, ya no utilizamos sólo estrategias hay que utilizar “el látigo”. La mente no es un objeto con un botón on-off, la naturaleza de la mente está siempre “recordando” la libertad de los pastos verdes, siempre está maquinando, elucubrando, fantaseando, manipulando la realidad que le envuelve. La mente se intoxica fácilmente por los venenos de la ignorancia, la codicia y el odio, le pueden sus apegos, sus rutinas, sus inercias. La mente nos puede llevar a paraísos pero también a infiernos, no podemos fiarnos porque todavía no está domada.

Utilizar el látigo para que el toro permanezca quieto cerca de ti es profundizar en la disciplina. La disciplina no es una voluntad férrea que nos imponemos, tiene más que ver con una actitud de centramiento y disponibilidad. La verdadera disciplina es curiosidad por saber cómo se desarrolla aquello que verdaderamente amamos. La disciplina bien entendida genera un entorno que aleja la dispersión, produce en la mente un impacto que la calma y la hace trabajar tanto en un sentido que la purifica. La disciplina no es sólo fuerza, a veces, si ponemos el ejemplo del trabajo corporal, hemos de tonificar y otras relajar. Con el toro pasa lo mismo, a veces hay que dejarlo pastar y otras encauzarlo por el camino siempre con el látigo cerca. Sabemos que el jinete debe utilizar a veces las riendas y otras el látigo. Hay que evitar el estancamiento pero también la precipitación. Es como el director de orquesta no te permite que te quedes anclado en un compás de la partitura musical pero tampoco que te vayas por encima del rimo adecuado.

En realidad para capturar al toro necesitamos el don de la discriminación. Hay que saber cuándo apretar y cuándo soltar. Con la tendencia a la debilidad el toro sin duda se escapará, nos dominará, pero con la rigidez el toro se rebelará y será imposible hacerlo caminar por la vereda. Nos dice Dokushô “cuando la mente se estanca debemos utilizar el látigo. Cuando la mente se disipa, debemos sacar el lazo y mantener firme. Estas son las claves para capturar al buey”.

 

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